lunes, 25 de julio de 2011

Análisis al documental "LA VIDA LOCA" de Cristian Poveda


“La vida loca” de Christian Poveda narra las desventuras que viven un grupo de pandilleros integrantes de la “Mara 18”, pandilla contraria a los maras salvatrucha. La única referencia que tenía de estas pandillas, aparte de saber que eran unos mercenarios peligrosos, era la de la película “Sin Nombre” que trata más bien de una pareja de migrantes indocumentados que intentan llegar desde Centroamérica hasta los Estados Unidos viajando por tren, mientras que son perseguidos por unos maras que buscan venganza por la muerte de su jefe. Entonces, sin dejar de mencionar lo cuidada de la producción de la película, mis ideas sobre los pandilleros se reducían a la caricaturizada conveniencia de un guión que necesitaba villanos al acecho, implacables, desde lo más profundo de lo marginal.



El aspecto que más celebro del film es su postura humanista de la situación. El director antes de grabar, tuvo que acercarse a los muchachos, convencerlos que era importante que se escuchara su voz, que se quitara el estigma de sus nombre, así más allá de los prejuicios, Poveda se acerca a la rutina de cada uno, a sus aspiraciones y necesidad de superarse, lo cual se percibe más bien como una supervivencia donde la vida cuelga de un hilo. Situación tal que desnuda al principal protagonista de la historia: “la violencia en el Salvador”, porque más allá de las bandas y cada uno de los personajes, en palabras de Paul Rotha, “refleja las características sociales y políticas de su época, que a su vez pueden o no, dependiendo del análisis, ser un reflejo de las condiciones económicas establecidas”, y en este film en especial, la violencia como mecanismo de control y círculo vicioso para la represión.

Este filme efectivamente retrata la realidad de las zonas más miserables del Salvador, la cual no parece tan alejada de nuestro propio contexto (mexicano), y nos introduce a la vida de estos jóvenes (todos alrededor de los 20 años) mientras trabajan en una panadería. Viéndolos de esa manera, no lucen tan distintos a cualquier asalariado de clase media que busca llevar sustento a su familia, también es notable una organización limitada por su poca preparación pero directa y eficiente, aquí todos se ayudan, nadie está obligado a hacer nada, todos tienen derecho a opinar y parecen entender que la mejor forma de salir adelante en un mundo que los tiene en la cuerda floja es formando parte del sistema, obedeciéndolo, dominándolo. Así, su panadería (ONG) se convierte en un símbolo de esperanza dentro de una sociedad que insiste en marginarlos.

Tan solo toma unos segundos al inicio para contextualizarnos sobre la situación mara salvatrucha vs. Mara 18, y cámara en mano nos lleva a través del presente propio de los jóvenes. Es admirable la manera en que Poveda logró acercarse tanto a sus vidas al grado que presenciamos eventos muy duros e íntimos de los protagonistas, consiguió capturar enojos, rebeldías, desmoronamientos; y aún así evitar formar parte de la trama, existe Poveda pero como un fantasma, como una sombra, como el inconsciente de los muchachos a quienes llegó a querer como a sus hijos.

Me inclino por la idea de que las autoridades de las instituciones tuvieron un trato un tanto fuera de lo ordinario, más colaborativos que de costumbre ante la presencia de una cámara, pero aún así no rompe con la narrativa y se vuelven parte del relato, la autoridad es la regla de medida, la clave para salvarse, el enemigo y el dios omnipresente. ¿Entonces qué actitud se debe tomar? Se le respeta o se le odia, el documental parece decirnos que se le obedece, aunque de mala gana.

Es muy interesante la manera que los maras viven, pues más allá de que vivan en medio de tanta violencia, ellos son violencia por sí mismos: actúan con rudeza, les cuesta mucho entenderse hablando, tienen códigos respaldados por su masculinidad y su honor. La situación aquí se reduce a que ellos nunca tuvieron opción, desde pequeños fueron entrenados para sobrevivir a costa de la vida del de enfrente, todo el que represente una amenaza debe ser eliminado, por respeto y compromiso con la pandilla, por eso “mara” para ellos es sinónimo de honor, fuerza, compromiso; lo único que les permitió ganar al hambre. En este contexto, el narcotráfico y la violencia se convierten en un espacio de reconocimiento social y en una sociedad acostumbrada a someterlos a un “estira y afloja” de derechos, donde la delincuencia como modo de subsistencia se confunde con los delitos menores hechos porque simplemente no se conoce otro modo de vida.

La policía entonces se convierte en un estorbo más que en un mecanismo de justicia; que es a fin de cuentas un policía en un estado solo preocupado por su conservación en el poder, es un títere de los intereses superiores, dejando en un segundo término la ejecución correcta de su deber, pues en lo que concierne al sistema: los pobres y los marginados deben estar en ese nivel de la pirámide porque geográfica o históricamente nacieron pobres. Bajo esa premisa, ¿qué es más conveniente, que se superen colocando a otra parte de la sociedad en su lugar o que medio se rehabiliten, sigan manteniendo la fe (en dios, las instituciones, etc) y sigan brindando sus esfuerzos físicos, intelectuales y consumistas mientras se eliminan uno a otro a la par que la policía funge como árbitro cuya función parece ser el recoger cadáveres y capturar indefinidamente a los sospechosos inmediatos.

El único cambio durante todo el film es propuesto por un misionero (sacerdote, pastor), acercarse a dios, a jesucristo, a la moralidad de la biblia, que levanta a los caídos. Si esta es una virtual solución a los problemas de todos ¿por qué no tomarla?, la actitud de los muchachos ante la religión penetra por sus poros como un anestésico, suena prometedora y produce la sensación de consuelo, pero como todos los dogmas, la religión es superada por la realidad… puedes prometerme el paraíso, pero yo tengo hambre y eso es real. Es así como el fenómeno de la religión forma parte del ideario colectivo, como parte de los ritos tradicionales pero cuya moral debe hacerse flexible ante los embates de la calle.

Los mara 18, a mi parecer, comprenden que tienen la vida prestada, en cualquier momento alguno de ellos puede hacer falta y en consecuencia su religiosidad radica en su unión, pues sin la pandilla saben, no sobrevivirían; pero juntos hacen una fuerza que les podría garantizar un futuro, es su última esperanza y esa es la razón por la cual están dispuestos a dar la vida combatiendo, su amor por la vida (y la calidad de esta) que desean conservar irónicamente choca con el menosprecio que parecen tener por las vidas de los integrantes de las otras pandillas.

Lo maras entonces están solos y sobrellevan su situación en un hermetismo doloso aderezado con remedios temporales, como la droga, las mujeres, la religión; pero es interesante que a pesar de todos los acontecimientos los integrantes de la banda nunca cambian, no hay un aprendizaje, han vivido así toda su vida y se he han acostumbrado a la injusticia, al dolor, la rebeldía, los funerales. Nada es nuevo ni sorpresivo, así ha sido siempre y, ¿de verdad se puede concebir un cambio?

Es así como presenciamos la desaparición de su panadería y con ella su esperanza de superarse, de integrarse a la sociedad y de demostrar que son productivos, ¿pero de quién fue la culpa a fin de cuentas, si al parecer ellos hicieron todo lo humanamente posible para mantener la empresa a flote? Lo que me lleva a preguntarme si en general la responsabilidad se limita a la voluntad de grupo pues a pesar de todo, el problema parece que no tiene solución y es inevitable pensar que las políticas no están hechas para solucionar los problemas, sino para prologar si vida útil en beneficio del régimen antes que los pandilleros sean extinguidos por una u otra razón.

Es de agradecerse el tratamiento que se le da a la muerte, como un hecho crudo, severo y definitivo; porque sin importar las promesas de inmortalidad, la muerte es siempre tan real y severa que merece ser mostrada con toda su frialdad (más no el asesinato en sí). La muerte nos obliga a recordar si la vida así vivida vale la pena, pues cuesta trabajo ver como una mujer con una herida (buena metáfora de la situación general de los pandilleros) busca recuperarse, vivir mejor, hacer lo posible para tener una vida normal y de repente, cuando parece que todo funcionará, se extingue, “La vida no es más que un interminable ensayo de una obra que jamás se estrenará” me viene a la mente, visto así es difícil seguir ,casi absurdo, pero la escena final nos presenta otra perspectiva.

La vida vivida así es el problema, ¿cómo vamos a tener una vida mejor si la manera en que vivimos nos conduce a un circulo vicioso de violencia?, “te quiero, por eso te lastimo, te confronto, te enseño a vivir en este mundo de dolor”. La visión que nos hemos generado de la vida, por una o mil razones, nos van a obligar a enseñar este modo a nuestros hijos y no se cambiarán los paradigmas, la esperanza de vida promedio seguirá siendo de veinte a treinta años en estas zonas marginadas: los niños seguirán viendo a la violencia como su hermana y en la calle a su madre.

Es muy fuerte el hecho que Christian Poveda fuera asesinado después de exhibir su documental, ¿por qué ser asesinado por aquellos a quienes tan insistentemente trataba de ayudar? Mi primera impresión fue que les molestó que los expusiera demasiado, nos introdujo a sus vidas de un modo tan crudo que muchas veces, en lo personal, sentí que no tenía derecho a mirar lo que se ponía en frente de mis ojos. Sin embargo, cuando indagué por la red, me topé con que su intervención en la pandilla se volvió tan profunda que se convirtió en un peligro por saber demasiado, luego se corrió el rumor que pasaba información a la policía y esa era una traición que no estaban dispuestos a tolerar.

Morir por el fierro que tanto despreciaba fue su trágico final, pues Poveda lucho para conciliar a las pandillas (la mara 18 y la marasalvatrucha), era intermediario y estaba realizado una labor que iba mucho más allá de lo realizado por los policías. Poveda no era salvadoreño pero insistía en que se podía cambiar la situación de las pandillas, su valentía y compromiso provocó que hiciera suya la problemática al punto que consideraba a los pandilleros sus hijos. El contexto de este documental es triste aunque inspirador, y la memoria de su creador pasará a la historia como la de un héroe moderno, digno de todos los elogios.




Frases de la semana:
“Nos condenáis sin oírnos, porque sabéis que si nos oyérais no podríais condenarnos.”
(Tertuliano)

“La base de todas las sociedades grandes y duraderas ha consistido, no en la mutua voluntad que los hombres se tenían, sino en el recíproco temor.”
(Thomas Hobbes)

“Una injusticia hecha al individuo es una amenaza hecha a toda la sociedad.”

(Montesquieu)

“No hay ningún hombre absolutamente libre. Es esclavo de la riqueza, o de la fortuna, o de las leyes, o bien el pueblo le impide obrar con arreglo a su exclusiva voluntad.”
(Eurípides de Salamina)

“En la venganza, el débil es siempre el más feroz.”
(Maurice Barrés)

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